Este terrible, incendiario amor.
De qué otra forma se le va a llamar.
Uno, sobrecogido, tiembla horrorizado.
Sabe que uno es algo más que uno.
Rompe la piel para manifestarse.
Cesa voluntariamente la respiración.
La mirada encuentra el hueco en el espacio,
epifanía mándala vórtex signo.
Escucha atento el corazón las pulsaciones
determinando la rapidez del viajante.
Palabra y silencio se intercambian
rostros contiguos a través de una magia
goteando desde la apertura caduceo.
La velocidad de la estasis embriaga.
El trance pulsa bandas de colores
navegando entre tonos y matices.
Uno pierde la batalla, y flota
desmembrado deshuesado revestido
de la presencia que lo cubre desnuda,
en transparentes contornos táctiles.
Lentamente uno se abandona
a la incursión exquisita foránea
de la absoluta sensación sedosa,
una recuperación de la inocencia,
la propagación en el desdoblamiento,
el recogimiento del espíritu virgen,
los talones del ángel, y su vuelo.