Aquella atmósfera encendida por el orgón
donde destella el turquí lejos de los matraces,
es la alquimia brillando más allá del turquesa
una llama de mercurio con azul de Prusia;
que enciende la inspiración de Rubén Darío.

Ese gran Mariscal experto en caballos
ordena una carga de caballería contra el estilo abúlico
allí saltan las rimas irisadas con ópalo
corceles briosos que desafían la distancia
potros siguiendo las huellas del romántico;
él en su alazán canta entre los mirtos
vislumbrando un rosicler sin aurora
se detiene sitibundo ante la fuente,
después intenta alcanzar la púrpura
acometiendo para rescatar el estandarte.

Azul en el corazón de América
Azul centellante el las acuarelas de Chile
el aguafuerte traspasa aquel paisaje;
y canta con las libélulas del jardín.

Celeste armonía asistida por un zafiro
y sólo el rubí rompe la azulada toga,
joya que nació de la sangre femenina
hembra raptada por un gnomo;
que desgarró su piel de nácar
con los filos del diamante
y así emerge el azul y grana en la Poesía.

Todavía resuena el canto del mendigo
la canción del oro cantada aquella noche,
y el hambre... compañera anacrónica del poeta...;
muerde mi estómago mientras escribo estas líneas
pero en mi cerebro canta el pájaro azul...