El frío de Canadá
le brinda alas a mi pluma,
y la tinta traduce espléndidos paisajes,
el hielo comienza a resquebrajarse
y los oídos se despiertan
con el graznido de prístinos cuervos...

Esa es la estación del azúcar de arce
una dulzura inédita acaricia mi paladar;
es un almíbar digno del paraíso,
con ese jarabe quiero borrar esa hiel que en amargos días destila el trópico
para después expresar con gran acierto
y libre de reticencias
¡que jamás conocí semejante amargura!

Al untar la espátula de madera
con esta miel de infinito dulzor,
ávida la lengua descubre una nueva sensación,
enseguida se aguza el filo del buril
y con líneas simétricas comienzo a dibujar una
hoja de arce
y así agradezco la dulce dádiva
que me obliga a calzar el mocasín
de un piel roja
y con saltos de auténtica alegría
celebro la incomparable dulzura
del azúcar de arce.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia