Ya no es la niña que un día
El destino nos trajo como regalo de Dios
Y llenó cada rincón de la casa de alegría
Y de satisfacción plena el corazón.

Ya llenó de corales su boca
Y de alocados sueños su ilusión
Y dos colinas se levantan presurosas
Y sus mejillas se nublan de candor.

Ya madura su tierna adolescencia
Y hay un brillo especial en su mirada
Y se cubre su noble inocencia
Con el rubor que nace en su cara.

Ya mi niña se hace mujer
Y se redondea ya su cadera
¿Qué joven agraciado le espera?
¿Quién será digno de su querer?

Sólo hago una súplica al Creador
En estos tiempos de intranquilidad,
Que le dé siempre su bendición
Y le cubra de amor y de paz.