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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2004-04-27 | [This text should be read in espanol] | Submited by Nicole Pottier
(En una ciudad de la U.R.S.S. -Jarko- he asistido al nacimiento multiplicado, numeroso, rテ。pido del tractor.)
Son al principio un leve proyecto sobre planos, propテウsitos, palabras, papel, la nada apenas, esos graves tractores que parten de las manos como ganaderテュas sテウlidas con cadenas. Se congregan metales de zonas diferentes, prueban su calidad los finos probadores, la fundiciテウn, la forja, los metテ。licos dientes. Y empieza el nacimiento veloz de los tractores. Id conmigo a la fテ。brica-ciudad: venid, que quiero contemplar con los pueblos las creaciones violentas, la gestaciテウn del aire y el parto del acero, el hijo de las manos y de las herramientas. La fテ。brica se halla guardada por las flores, los niテアos, los cristales, en direcciテウn al dテュa. Dentro de ella son leves trabajos y sudores, porque la libertad puso allテュ la alegrテュa. Fragor de acero herido, resoplidos brutales, hierro latente, hierro candente, torturado, trepidando, piafando, rodando en espirales, en ruedas, en motores, caballo huracanado. Una visiテウn de hierro, de fortaleza innata, un clamor de metales probados, perseguidos, mientras de nave en nave se encabrita y desata con dテウlmenes de espuma, chispazos y rugidos. Es como una extensiテウn de furias que contienen su casco apasionado sobre desfiladeros, contra muros en donde se gastan, van y vienen, con llamas de sudor y grasa los obreros. Chimeneas de humo largo, sordo, grasiento, acosan con penumbras a la creadora masa, a la generadora masa que obra el portento, el tractor con los dientes sepultados en grasa. Hornos de fogonazos: perspectivas de lumbre. Irradian los carbones como el sol, las calderas, los lavaderos donde llega la muchedumbre del metal que retiene sus escorias primeras. Laten motores como del agua poseテュdos, hテゥlices submarinas, martillos, campanarios, correas, ejes, chapas. Y se oyen estallidos, choques de terremotos, rumores planetarios. Leones de azabache, por estas naves grises, selvas civilizadas, calenturientas moles, relucen los obreros de todos los paテュses como si trabajaran en la creaciテウn de soles. En la secciテウn de fraguas y sonidos mテ。s puros, se hacen mテ。s consistentes las domadas fierezas. Y el tornillo penetra como un sexo seguro, tenaz, uniendo partes, desarrollando piezas. Veloz de mano en mano, crece el tractor y pasa a ser un movimiento de titテ。n laborioso, un colosal anhelo de hacer la espiga rasa, fテゥrtiles los baldテュos, dilatado el reposo. Ya va a llegar el dテュa feliz sobre la frente de los trabajadores: aquel dテュa profundo en que sea el minuto jornada suficiente para hacer un tractor capaz de arar el mundo. Ya despliega el vigor su piel generadora, su central de energテュas, sus titテ。nicos rastros. Y los hombres se entregan a la funciテウn creadora con la seguridad suprema de los astros. La fテ。brica-ciudad estalla en su armonテュa mecテ。nica de brazos y aceros impulsores. Y a un grito de sirenas, arroja sobre el dテュa, en un grandioso parto, raudales de tractores. EL HOMBRE ACECHA (1937-1939)
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