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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-01-03 | [This text should be read in espanol] |
Citlali sale de las aguas rumorosas, casi al ocaso del dÃa.
Se acerca calma, a la arena de la playa solitaria. De pronto observa a sus pies una caracola marina varada, impasible al roce de las olas en retirada constante. Observa a su alrededor repetidamente, como si no creyera que tal aislamiento pudiera ser algo totalmente real. Luego entonces se acerca la caracola al oÃdo y escucha… *** Un sonido ominoso, como de millares de lamentos Ãnfimos, como de múltiples maquinarias extravagantes, laborando en un lugar inverosÃmil, la envuelven por completo: Citlali se siente arrastrada por el flujo sonoro proveniente de la profundidad cavernosa. Y de pronto ya no se siente allÃ, y ni siquiera sola. *** Sus conocidos le habÃan dicho que, de un dÃa para otro, como por obra de un inusual acontecimiento, habÃa visto transformado por completo su modo de ser, como si de pronto ya no fuera la misma. Esto habÃa sido una sorpresa para ella, porque de ningún modo habÃa sentido alterado su modo de ser, en lo más mÃnimo, y menos recientemente. De tal manera que si ella no habÃa llegado a ser diferente, entonces, todos sus conocidos y el mundo entero, eran los que habÃan cambiado por entero su manifestarse, y lo más inquietante para Citlali, es que ella habÃa permanecido ajena por completo, a tan radical mutación. Inquietante. *** Esto es lo que habÃa querido comunicarle a Salvador, en el silencio y las penumbras de su habitación semivacÃa. Se habÃa vuelto hacia él mientras permanecÃan reposando en la cama, y sin poder definir totalmente los contornos del rostro de su pareja, le contó acerca de la incertidumbre que sentÃa; de lo extraño que parecÃa todo. Salvador por su parte, no le dijo nada, sólo le tomó la cabeza entre las manos y comenzó a besarla dulcemente. *** Al terminar su unión, se levantó sin decir nada y fue al tocador. Todo estaba casi entre sombras y en una quietud irreal. Se miró largamente en el espejo, como queriendo fijar su identidad, sin poder concretarlo. Se miró largamente. De pronto dio un paso atrás, se internó entre las sombras, se perdió allÃ. *** Citlali regresa a la cama, se acuesta y se cubre con las mantas dándole la espalda a Salvador. Una voz susurrante le dice entonces en la oscuridad: -Tienes esta opción para saber si estas dentro, o no lo estas: si no vuelves a verme es que no es más que una ilusión, todo. Si no es asÃ, es que estas dentro aún. Súbitamente, Citlali se percata de que esa, no es la voz de Salvador. Se voltea para mirar. Un rostro pálido e indefinido la observa en la penumbra. Citlali, sin saber que pensar, oculta el rostro entre las sabanas. Negrura. *** Movimientos oscilantes, lÃquidos. La imperiosa necesidad de emerger a la superficie. Citlali sale de las aguas rumorosas, casi al ocaso del dÃa. Se acerca calma, a la arena de la playa solitaria. De pronto observa a sus pies una caracola marina varada, impasible al roce de las olas en retirada constante. Observa a su alrededor repetidamente, como si no creyera que tal aislamiento pudiera ser algo totalmente real. Luego entonces se acerca la caracola al oÃdo y escucha… *** Busca comentarle a Salvador la inquietud que la atormenta desde hace dÃas, por eso se toma mucho tiempo en el lavabo, para aclarar sus ideas. De pronto se decide: respira hondo y sale del privado. Camina en el largo pasillo silencioso y oscuro: llega al fin frente a la habitación que comparte con su pareja. Gira el picaporte. Abre la puerta. Se acerca a la cama. Levanta las sabanas. La cama está vacÃa. *** Sale de las sombras en las que habÃa permanecido, recuerda haberse visto en el espejo del tocador apenas iluminado durante largo rato, también le viene a la mente sin saber porqué, la imagen de ella misma levantando una caracola en una playa solitaria y llevándosela al oÃdo a fin de escuchar. Quiere comentarle todo esto a Salvador. Levanta las sabanas de su rostro. Y se da vuelta en la cama para hablarle. No está él. Allà no hay nadie. Se escuchan pasos desde el tocador, vienen. Luego alguien abre la puerta de la habitación, sumida casi en la negrura. Citlali no puede apreciar los contornos de Salvador, hasta que la figura se acerca, y ella ve con sorpresa pasmosa, que no es él: es alguien con un rostro pálido e indefinido que se queda frente a ella, y que de pronto abre una boca de donde se emite un sonido ominoso, como de millares de lamentos Ãnfimos, como de múltiples maquinarias extravagantes, laborando en un lugar inverosÃmil; la envuelven por completo: Citlali se siente arrastrada por el flujo sonoro proveniente de la profundidad cavernosa. Negrura. *** Una playa rumorosa y vacÃa, durante el ocaso. Una caracola varada. Y nadie. Copyright © Jesús Ademir Morales Rojas. Todos los derechos reservados. |
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