Este texto relata sobre un tema bastante fuerte, se recomienda discreción ya que puede herir la susceptibilidad de las personas.

El la acariciaba con frenesí, mientas su garganta se encontraba al borde del sollozo. Con voz entrecortada le suplicaba que lo amara. Sus dedos corrían buscando en el pálido cuerpo una respuesta a su sentir, más la mirada imperturbable de ella estaba fija en las manchas del techo.

El, sentía que el odio hacia sí mismo estallaba en su sangre, por qué no podía evitar esta humillación a la que se sometía, casi todas las noches, por qué tenía que soportar esa frialdad, esa mirada mortecina que no le correspondía ni con un suspiro.

La tomó con ambas manos por las caderas y la penetró con rudeza, maldiciéndola mientras el estertor del orgasmo sacudía sólo su cuerpo. Sin fuerzas se recostó sobre aquel pecho cicatrizado...

Sólo fueron unos segundos, sabía que el tiempo no se detiene, faltaba media hora para las ocho de la mañana, la hora en que el cuerpo, sería cremado.