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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2006-10-14 | [This text should be read in espanol] |
Acostado en la camilla, Antonio esperaba la llegada del anestesista, sin apartarse en ningún momento de un marcado estado de indignación. SabÃa que la operación quirúrgica que le iban a realizar no era precisamente para extirparle ningún mal que llevase por dentro. Por el contrario, el cirujano, lo iba a abrir para sacarle ese hÃgado, que desde hacÃa ocho años le venÃa funcionando bastante bien, a partir de aquel transplante que le devolvió la vida cuando estuvo atacado por una fuerte cirrosis. El donante, un tal MilcÃades Ibáñez Contreras, celoso defensor de la propiedad privada, propuso en el momento de poner sus órganos, a disposición de quien los necesitase, que el que reciba cualquiera de ellos, debÃa registrarlo como bien propio, al igual que cualquier bien inmueble. Esta actitud de Ibáñez Contreras parecÃa un simple capricho de magnate, pero para él, esto contenÃa un alto grado de significación.
HacÃa apenas dos semanas que habÃa fallado el juez, en el litigio entre Antonio y su ex esposa, siendo la sentencia: divorcio culposo en su contra. De esta forma, él perdÃa todas sus propiedades, incluido el hÃgado. Ahora todo quedaba supeditado a recibir un órgano similar, de parte de un mendigo que habÃa fallecido dos dÃas atrás.
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