Teclas negras, teclas blancas
que sonando van tejiendo
los acordes que componen
esta mística sonata.

Su compás de cuatro tiempos
es tan dulce y musical
que atrapó a los cuatro vientos
sin dejarlos ni pensar.

Es de aire medio triste
sin llegar a ser tristona
la sonata siempre dice:
¿Para qué ser muy dulzona?.

Su origen europeo
ya se pierde en el ropero
porque la sonata también quiere
que la escuche el mundo entero.

Los pianistas la engríen
en sus más grandes conciertos
los violines la respetan
pero no le tienen miedo.

Así como empieza encanta,
cuando termina es risueña
pero la sonata solo espera
ser oída donde sea.