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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2009-02-10 | [This text should be read in espanol] |
MANUSCRITO CLANDESTINO
Jesús les dijo... -Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres... Ellos le contestaron... -¿Cómo dices tú que seremos libres?. San Juan 8:31-33 La inesperada muerte de nuestra eminente colega la Dra. Catalina Jewell, aconteció mientras estaba viviendo uno de los momentos más apasionantes de su carrera. Arqueóloga, filóloga, entusiasta bibliógrafa y profesora de la cátedra de historia del Oriente Cercano en la Universidad de Francia, hasta fines del año pasado, era una agradecida al saber que la vida le daba cada dÃa. Tuve el honor de integrar junto a ella una parte del equipo que efectuó la revisión definitiva del contenido de las tablillas encontradas en el yacimiento de Mari. Allà nos conocimos. Desde entonces, junto a otros colegas hemos mantenido una copiosa correspondencia, acompañada de esporádicos y felices encuentros personales con motivo de alguna conferencia o exposición en la que aprovechamos también para distendernos un poco e ir a cenar o al teatro. Que una mente tan lúcida como la de Catalina, que esa persona llena de conocimientos, de empuje, de un espÃritu siempre abierto a la investigación, haya muerto a los cincuenta y cinco años, es una cruel injusticia. ¡TenÃa tanto para dar!. Y la muerte la encontró trabajando. HacÃa unos meses atrás nos habÃa convocado a todos sus colegas amigos, al que llamábamos el G7: Filomena Roux, Marta Spanos, Nicolás Batista, Maurice Basil, Alejo Petetta y yo, en su oficina del Museo BÃblico y Casa de Altos Estudios de Arameo de Clermont-Ferrand. Fue la última vez que nos vimos. Desbordaba de alegrÃa y no era para menos. Nos acercó a su caja de seguridad en el museo y nos mostró el manuscrito. -Esto que están viendo es un fragmento de lo que podrÃa llamar un antecedente de los evangelios. No sólo de los conocidos, también de los apócrifos. TodavÃa no pude traducirlo por completo. Sin embargo, algunos elementos claros en el manuscrito como la mención del relevamiento de su cargo de Poncio Pilato y los análisis de carbono y demás, coinciden en ubicarlo como emitido alrededor del año 36 de nuestra era. Lo relativamente poco que pude traducir hasta ahora es motivo suficiente para convocarlos y adelantarles que se trata de un documento que requerirá cautela. Quedan al descubierto en él algunas situaciones que no sé como tendré que manejar. PermÃtanme tomarme la licencia de no darles otro dato más que ello. Simplemente deseaba que vieran el original. Por supuesto, también saqué fotos para cada uno de ustedes y un detalle computarizado donde se puede apreciar el texto completo. Les adjunté todos los análisis realizados y algunos fragmentos traducidos para que puedan apreciar la lÃnea de trabajo con la que me estoy manejando. Les pido que me ayuden realizando cada uno su aporte sobre este manuscrito. Tienen mi promesa de que trabajo dÃa y noche para terminar la traducción y en cuanto ello suceda, les enviaré a cada uno el texto acabado. Después nos volveremos a reunir-. No tuvimos la dicha de volver a ser convocados por ella. Fue encontrada muerta en su dormitorio hace dos semanas. Nos han dicho que se trató de un paro cardÃaco. Reunidos con motivo de su sepelio, nosotros, sus amigos, resolvimos divulgar su última carta. Ella terminó la traducción y, como habÃa prometido, nos envió el texto completo con los avales técnicos de su labor. Creemos que es nuestra obligación hacer público este documento. La honra necesaria a la memoria de nuestra amiga, la Dra. Catalina Jewell, asà nos lo dicta y el carácter trascendental de lo informado en el manuscrito no debe ser ocultado. Este antiguo texto muestra otra realidad, una narración diferente sobre hechos conocidos, que nos abre una puerta hacia un lugar que hasta ahora no habÃamos sospechado. Entendimos porqué nos habló de manejarnos con prudencia, con cautela. Pero debe conocerse. Cada uno de los seis que quedamos lo hará por distintos medios. Yo utilizaré este. Léanlo con atención y, si lo valoran con justicia, verán que la investigación cientÃfica, en este campo particular, recién empieza y no debiera ser acallada. MANUSCRITO TRADUCIDO POR LA DRA. CATALINA JEWELL Por la noche el traidor, Iscariote, guió a los guardias hasta la casa donde estábamos reunidos con Jesús. Al verlo, todos quedamos atónitos. Por detrás de la puerta Jesús pudo distinguir el rostro del delator. -¿Qué significa esto?- le increpó. De inmediato uno de los guardias tomó prisionero a Jesús... (sigue una lÃnea ilegible) ...Yo saqué mi espada pero la mirada de nuestro lÃder me hizo comprender que era mejor que conserváramos nuestras vidas. Rápidamente, todos huimos. Más tarde, desde lejos, vimos a Iscariote custodiado por unos soldados, recibiendo dinero de mano de los sacerdotes del templo. Alguien nos dijo que en el patio del palacio del procurador Poncio Pilato se encontraba Jesús. Nos dolÃa terriblemente conocer lo que le estarÃan haciendo y lo que le esperaba sin remedio. ¿Qué podÃamos hacer?. Siendo tan pocos y sin contar con su inteligencia y su... (sigue una porción dañada en el original) La noche fue larga. Pilato, orgulloso de su cacerÃa, llamó a los principales del templo, a los sacerdotes, a los fariseos y a los ancianos. También se acercaron algunos del pueblo, muy pocos. Se instaló frente a los presentes y les gritó: -Me han traÃdo un caso para juzgar. Una pieza valiosa me ha sido entregada. Un hombre que pretendÃa reemplazarme. He oÃdo que algunos quieren hacerlo rey de los judÃos-. Sólo yo habÃa quedado allÃ, a cierta distancia, para escuchar y ver lo que pasaba. A esa hora mis compañeros, el resto de los que seguÃamos a Jesús, se habÃan alejado. Pilato sonreÃa desafiante. Un joven me sorprendió tocándome el hombro: -Yo te conozco. ¿Tú no eres uno de los que estaba al lado de Jesús cuando él estuvo en el templo?-. Me hubiera gustado decirle la verdad pero lo negué; lleno del mayor dolor del mundo dije que no lo conocÃa. (siguen dos lÃneas ilegibles) -¡Guardias!.Traigan al reo y preséntenlo ante la multitud-. Un profundo silencio inundó el lugar donde estaban los sacerdotes, los ancianos y algunos del pueblo. Un hombre duramente azotado, exhibiendo profundas y sangrientas heridas, sin fuerzas para sostenerse en pie y con una corona de espinas sobre su cabeza, quedó frente a todos nosotros. -Eh aquÃ- dijo Pilato -a Jesús al que algunos pretendÃan encaramar como rey de los judÃos. Ya lo he coronado yo y sin duda también lo elevaré cuanto se merece-. El amado rostro de nuestro lÃder semejaba el de un espectro; su hermoso cuerpo, lleno de moretones y sangre, estaba muy lejos de ser aquel que tantas otras veces le habÃa permitido escapar de sus perseguidores. Yo seguÃa todo desde alguna distancia. La congoja me apretaba el pecho. ¡Cómo hubiera deseado sacar mi espada y liberar a mi dignÃsimo guÃa!. A lo lejos divisaba unos soldados en el patio del palacio que estaban echando suerte sobre la ropa de Jesús. Se acercaba la madrugada. Poco antes de que cantaran los gallos dos mujeres se me acercaron, tal como antes lo habÃa hecho el muchacho, para preguntarme si yo era del grupo del prisionero. –¿EstarÃa aquà si lo fuera?. No, no lo soy-. Sentà repugnancia por mi cobardÃa y me alejé a un lugar oscuro para llorar. Cuando era la hora... (sigue una lÃnea ilegible) Poncio Pilato desafió a los presentes: -Yo ya decidà el castigo para este preso. Pero quiero que sean ustedes mismos los que dicten la pena. Quiero escuchar la condena desde sus propios labios-. La gente del pueblo miraba la escena con frustración. Pilato siguió: -¿Quieren que libere a este que algunos de ustedes llaman Jesús, el rey de los judÃos, o lo condenan por sublevarse al poder que represento?. A un silencio que pareció durar una eternidad, le siguió un murmullo de olor conspirativo. Después, casi al unÃsono, todos gritaron: -¡CrucifÃcalo!, ¡CrucifÃcalo!-. Tras escuchar complacido la condena Pilato tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: -¡Yo soy inocente de la sangre de éste! ¡Ustedes han decidido!-. Enseguida lo entregó a los soldados y estos le pusieron unos trapos a modo de capa y lo reverenciaban burlándose de él: -¡Salve, rey de los judÃos!- Lo pasearon por el pueblo para que todos lo vieran y le llevaron hasta el lugar de las crucifixiones, llamado Gólgota. Como era costumbre, antes de crucificarlo le ofrecieron beber una mezcla preparada con vino y yerbas para adormecerlo y evitarle en parte la conciencia del dolor. Fiel a su conducta, Jesús se negó a beber vino. Buscando afrentar todo mérito posible a su labor por la libertad de Israel, lo clavaron en una cruz levantada entre medio de dos ladrones Sobre su cabeza pusieron un cartel: -Este es Jesús Barabbas, el Rey de los JudÃos-. Muchos de los que pasaban frente a él decÃan: -A otros salvo y nadie tuvo el valor de salvarlo a él-. Jesús movÃa sus labios. Quizá estuviera rezando. A las cinco de la tarde el cielo estaba sumamente oscuro presagiando un diluvio. Barabbas gritó muy fuerte y murió. Desde entonces y hasta el dÃa de hoy, con nuestro lÃder muerto y nuestra pequeña fuerza dispersa por el miedo, poco es lo que pudimos hacer contra los romanos. Hace ya tres años que murió Jesús y uno que Pilato fue relevado de su puesto. Esto último apaciguó, al menos momentáneamente, los ánimos revolucionarios de mi sometido pueblo judÃo. Han surgido algunos grupos pacifistas que anhelan llegar a un razonable diálogo con nuestros conquistadores. Uno de ellos, con algo más de un centenar de seguidores, sostiene que la lucha de nuestro lÃder Jesús Barabbas procuraba ese mismo fin, rechazando métodos violentos que sólo toleró con la esperanza de disuadirlos en el futuro. También le atribuyen muchos refranes y sermones que en realidad provienen de una secta ascética llamada esenios. La situación general ha tomado otro color. Recientemente, surgió un judÃo muy instruido, originario de la ciudad de Tarso. Fue discÃpulo de Gamaliel, el nieto de Hillel. Se le escucha decir que una aparición de mi lÃder se le presentó camino a Damasco y que le pidió que se una a ese centenar de personas que predican un Jesús en busca de paz con los romanos. Muchos se están sumando a este nuevo movimiento. Quién sabe como terminará este nuevo rumbo que tomaron los hechos. Quizá convenga a Israel el crecimiento de este grupo pacifista y evite un indeseable derramamiento masivo de la sangre de mi pueblo. Mi nombre es Cefas, la piedra, y doy testimonio de la veracidad de todas estas cosas. Sé que Jesús Barabbas querÃa la libertad del pueblo; pero en la cruz Pilato puso fin a sus sueños. Puede parecer una locura pero me pregunto si yo mismo no podrÃa contribuir a enaltecer de algún modo su nombre y su recuerdo sumándome a la propuesta del hombre de Tarso y sus seguidores pacifistas. Si esto es obra de los hombres, tendrá fin; pero si es obra de Dios, no podrá ser destruida. Daniel Adrián Madeiro Copyright © Daniel Adrián Madeiro. Todos los derechos reservados para el autor. |
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